Al mudarnos a la parte de adelante de la casa, uno de los primeros impáctos fue el hecho de que mi pieza midiera tanto.
Estaba acostumbrada a una habitación chiquita, techo bajo, tele cerca y puerta próxima para salir corriendo en caso de miedo repentino.
La noche en que me acosté en mi cama y presencié las dimensiones de la habitación desde el punto vulnerable que me encontraba (tapada hasta la nariz con una fina sábana) supe que algo o alguien me daría la bienvenida.
Mamá apagó la luz, papá vino a saludarnos y se dispusieron a tomar un muy merecido descanso después de reconstruir la casa de arriba hasta abajo.
Un muy merecido descanso, postergado desde hacía seis meses que habían empezado la obra.
Desde el sector que me encontraba, tenía de frente una puerta antigua, larga y de madera; con ventanas que daban hacia el pasillo del comedor, el cual me daba una vista de frente hacia la oscuridad del baño.
Dentro del cuarto, la tele se encontraba a la izquierda de la puerta, prendida y dejándonos ver un capítulo de Tom y Jerry mientras la Play 2 descansaba de un día atareado con el plus de que encima era verano y el calor es algo que las consolas suelen aborrecer.
A la izquierda del televisor, la puerta que conducía a la habitación contigua o de mis papás, de la cuál se desprendían unos reflejos producidos por la otra tele.
Y por último, pero no por eso menos importante, un espejo.
Casi de cuerpo entero, ubicado a la izquierda de la puerta. Si esta se abría en su totalidad, lo más probable era que tapara todo el espejo, por eso siempre quedaba entreabierta.
El hecho de que mi cama se ubicara justo al lado de un armario muy alto, del cuál las puertas solían abrirse por la presión de los atuendos alojados en su interior junto con un chirrido de madera que paralizaría a cualquiera, más una puerta igual de alta que el mismo armario haciéndome frente y abriendo sus ventanas para dejarme ver la oscuridad del pasillo, más las sombras bailarinas que se escurrían de la puerta entreabierta, formaban un combo de terror que para mi edad e imaginación, solamente podían llegar a causarme más miedos de los que tenía.
De alguna forma u otra. Con o sin armario. Con o sin puerta, me dormí.
Lo que soñé, fue el encontrarme a mi misma en mi "nueva casa".
Parecía la media tarde de un día común y tranquilo de verano, con un sol bastante fuerte y no mucha humedad.
Me encontraba en el pasillo del comedor. Dándole la espalda al baño y al patio, por tanto de frente a la puerta abierta de mi pieza.
Siempre fue oscura. Incluso en verano y a plena luz del día, mi pieza siempre fue oscura.
Pareciera que mis papás no estaban y se habían llevado a mi hermano, porque no se encontraba en su "base" o en otras palabras, jugando a la Play.
Llegué a dar unos tres o cuatro pasos muy tanteantes sobre la madera del piso hasta que miré al espejo.
Y, como en todo sueño, no me reflejé. Eso lo recuerdo bien.
Pero también recuerdo la necesidad de acercame. No mucho, sólo un paso, porque nunca me caractericé por ser valiente en mis pesadillas.
Y del mismo espejo, cuan ventana a otro espacio, salió un hombre. De pelo muy corto y negro, quizás hasta sin cara porque no la recuerdo.
Levantando primero una pierna y luego otra, pasó de mi lado.
Y en tono tranquilo, casi de súplica, me dijo: "Por favor, no te tapes tanto. Nos gusta verte dormir".
El miedo que sentí en ese momento por un simple espejo que había pasado a un mundano tercer plano en la lista de cosas que me espantaban, ahora pasaba a ser desde ese momento, alimento de pesadillas, miedos, supersticiones y cuidado.
Desde mis doce años que no puedo estar más de un segundo o dos mirándome a un espejo sin sentir esa necesidad de acercame más.
Y esperar a que vuelva a salir esa persona.
Que en realidad, espero que nunca más vuelva a salir.
Pasó el tiempo y mi miedo a los espejos no se disipó, pero había llegado al punto que ya no pensaba todo el tiempo en el.
Hasta hace un tiempo que leí un creepypasta en /x/, el cual relataba de un hombre que se iba a vivir a un departamento nuevo.
Ubicó su cama enfrente de un espejo al acomodar rápidamente y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, después de muchas pesadillas, encontró escrito en el espejo: "Por favor, no te tapes tanto. Nos gusta verte dormir"