jueves, 24 de junio de 2010

Cuento #3

Sinceramente, pensé en no contárselo a nadie.

Pensará que estoy loco; que soy un bicho de diván, acostumbrado a confesar mis miedos a un especialista como usted...

Pero no. Esto para mi es tan difícil, que siento cómo mi orgullo se cae de a pedazos. Jamás consulté a nadie, sépalo de antemano.




Pero bueno, voy a contarle...



Siempre me odié. Odié mi imagen, mi cara, mi pelo, toda mi persona. Y no se porqué.

Salía de ducharme y tenía ganas de llenar la bañadera para electrocutarme con un tostador...


En cambio, mi hermana Ofelia, es todo lo contrario... digamos que no se adora, pero se mira bastante en el espejo. Típico, mujeres.

Ofe acostumbra acomodarse el pelo; girar su cabeza, hasta quedar en medio perfil, semi agachado, haciendo que resalten más sus ojos grises... obviamente delineados para que no pasen desapercibidos...


No me pregunte cómo se eso, sólo lo se. Soy muy observador.


Y no suponga de una relación entre hermanos... no me va el incesto.





El punto, es que no entiendo cómo existe gente que pueda sentirse tan cómoda con una misma en su reflejo y yo no pueda siquiera pasar por al lado de un espejo.


Eh?...ah sí, disculpe... me llamo Tobías.



Ok, el problema empezó cuando salí de la ducha, como costumbre... ese espejo gigante apenas salís de la ducha es terrorífico. Casi como una ventana a otro mundo.


Me miré... algo muy raro, sinceramente.

Llevé mi mano derecha a mi barbilla; miré mis brazos... a decir verdad, hacía tanto que no me miraba, que no pensé que tendría tan buen estado físico...

Lo único malo supongo, creo que fueron estas ojeras tan profundas... pero me daban un toque más oscuro. Siniestro, diría.

No me sonreí, pero me sentí satisfecho con lo que veía. Casi feliz.

Di un paso hacía atrás y de inmediato me vi en una situación más fuera de lo normal.


Mi reflejo se volvió loco, y con su puño destrozó el lugar donde iría mi cara. Nuestra cara.

Su expresión de ira era tal, que ni siquiera lo reconocí. Llegué a creer por un segundo que ese no era yo.



No se detenía. Golpeaba el espejo con tanta fuerza que temblaron las paredes de este lado.

Era obvio que no quería pasar para este lado, sólo destruír lo que veía, así que sólo atiné a acercarme y decirle "¡Basta! ¡Te vas a hacer mierda!" "¡Calmate!".


Apoyé mis manos en el espejo, intentando que me vea. Que salga de ese trance de rabia.

Intentando que vea que hay vida también de este lado.


El espejo quedó destrozado al igual que su mano izquierda. Se sentó en el suelo y miró lo que había hecho.


Todo el centro del espejo estaba hecho añicos. Sólo los costados seguían intactos, pero se notaba el peligro de que caigan en cualquier momento.

Esperé a que se calmara y lo miré, por uno de esos espejos sanos.


Me miró. Lo miré. Nos miramos.

Me preguntó qué quería y le respondí con otra pregunta: "¿Porqué me odias tanto?"

"¿Porqué no hacerlo?" me respondió débil.

"No me respondiste nada" le dije.

"Vos tampoco..." me dijo él.



Nos quedamos en silencio unos momentos. Él no podía levantarse, estaba perdiendo mucha sangre y el ambiente caluroso del baño no ayudaba demasiado.

"¿Porqué rompiste el espejo? Se suponía que viviríamos imitándonos hasta que alguno de los dos muera..."

"No me cuestiones tanto, sos solamente un reflejo y se supone que yo te controlo, no vos a mi; no vas a seguirme hasta que me muera. Voy a borrarte, no vas a existir más. Ya no te soporto."

Ahí es donde me dí cuenta. Yo podía ser su reflejo, o él el mío. Pero algo que estaba asegurado, era que yo no soy un psicótico, fóbico y misántropo de la vida, incluso de mi propio reflejo.


Podríamos ser iguales y estar condenados a imitarnos hasta el fin de los tiempos, pero nuestra persona en sí, era otra cosa.


Intenté entretenerlo.
"¿Sabías que estas cosas sólo pasan una o dos veces en milenios? Somos afortunados, ahora sabemos que además de la gente que nos quiere, también nos tenemos a nosotros para hablar..."


"No me quiere nadie."


"No jodas chabón. ¡No me digas que del otro lado del espejo soy un emo!.."


"No soy emo..."


"Uy, dejame adivinar, ¿También te cortás? ¿Y lees Twilight? ¿Y sos fanático de My Chemical Romance y 30 Seconds to Mars?"


"Loco, sabés más vos de emos que yo..."


"...Ok, ganaste. No sos emo."


Conversamos un largo rato, en mi intento por mantenerlo conciente.

Hablamos de videojuegos, música, arte, chicas y estupideces de internet.

Parecía muy animado hablando de un tal "Forchan", "Pedobir" y "El Juego"... cosa que nunca me quiso explicar en profundidad...

Él pinta y dibuja. Le llama la atención la fotografía. Yo en cambio prefiero la música. No puedo estar un día sin tocar el bajo o mi batería.


Somos bastante diferentes a pesar de ser tan iguales físicamente.


Se podría decir que nos hicimos amigos.


A pesar de ser un tipo bastante tosco y cerrado, cuando le saqué un tema de conversación entretenido, se enganchó como media de nylon y me vomitó todas sus conversaciones reprimidas en mi mismísima cara.


Yo soy todo lo contrario. No puedo parar de hablar, me encanta. Es una necesidad constante de hacerme entender, que la gente sepa qué pienso y porqué. Aunque también adoro el silencio.

Un silencio bien utilizado evita muchos problemas y puede llegar a herir más que el peor insulto.

Pero su silencio era enfermo. Y sus miradas, ni te digo. Me sentí ofendido; asustado, a veces inseguro de que salte del espejo y me coma los ojos... pero es un buen chico, a pesar de todo lo malo que me dijo que le pasaba.



"Che, nunca me dijiste cómo te llamabas, ciruja"

"Emhh... Lucio, vos?"

"Jajajaj te mataron; yo Tobías"

"Mirá quién habla..."

"Tobías es re lindo nombre..."

""ay re lindo"...te salió el puto de adentro, forro..."

Sarcásmo. Cómo odio el sarcasmo...


Como sea, Lucio me cayó bien a pesar de usar demasiado el sarcásmo (y los puños). Espero que esta relación dure bastante, quizás sea fructífero para los dos.